El 8 de octubre del año 75 d.C., el Coliseo estallaba en gritos mientras la arena se teñía de sangre. Las armas de los gladiadores se elegían con un propósito: infligir el máximo dolor posible.
El secutor usaba su gladius para cortar profundo y causar desangramiento lento. El retiarius atacaba con su tridente, desgarrando intestinos y provocando una muerte lenta. El murmillo, protegido por su escudo, esperaba el golpe perfecto para romper huesos o perforar el corazón. La habilidad con las armas marcaba la diferencia entre la vida y la muerte.
Estos guerreros sabían que la habilidad con su arma era lo que definía la diferencia entre la vida y la muerte en el circo. Hoy, recuerda que dominar todas las herramientas a tu alcance es clave para el éxito en cualquier batalla de la vida.
¡Que tengas un buen día! Bene diem habeas!