El 11 de octubre del año 74 a.C., Roma continuaba usando uno de sus grandes secretos de construcción: el hormigón romano. Este material revolucionario permitió a los romanos construir estructuras que durarían milenios. Son ejemplos el Panteón y los acueductos. A diferencia del hormigón moderno, el romano se fortalecía con el tiempo gracias a la mezcla de ceniza volcánica,. Esto era lo que le daba una resistencia excepcional.
Esta innovación no solo permitió la expansión del Imperio, sino que dejó un legado duradero. Este legado sigue en pie hoy en día. Al igual que el hormigón romano, nuestras acciones y decisiones deben estar fundamentadas en la solidez y en la paciencia, para que resistan el paso del tiempo.
Recuerda hoy que los verdaderos logros no son los más rápidos, sino los que se construyen sobre bases fuertes y duraderas.
¡Que tengas un buen día! Bene diem habeas!