El 30 de septiembre del año 14 d.C., Roma aún lloraba la muerte de su primer emperador, Augusto. Durante su funeral, el pueblo lo despidió con una mezcla de luto y gratitud por haber traído paz y prosperidad a Roma.
La vida de Augusto nos enseña que el legado de una persona no se mide solo por sus logros personales, sino por el impacto que deja en los demás.
Hoy, piensa en cómo puedes contribuir positivamente en la vida de los que te rodean.
¡Que tengas un buen día! Bene diem habeas!